Se trata de un edificio construido entre 1671 y 1685, formado por una nave, con capillas entre contrafuertes y cabecera plana, cubierta con bóveda de casquete y radios sobre pechinas angulares. La fachada es sencilla, con gran imafronte liso y portada-nicho, muy en la línea de la austeridad de la reforma del Carmelo. Sin embargo el interior presenta una gran riqueza decorativa, basada en los esgrafiados y la talla de yeso, que se intensifica en el espacio del ábside, adornado además con pinturas con sìmbolos de la Letanía Lauretana en las paredes laterales, culminando en la bóveda con una estupenda clave barroca. A destacar la impresionante reja del coro bajo..En éste se puede admirar un bello zócalo de cerámica valenciana del siglo XVIII.
Fueron sus maestros de obras Vicente Garafulla y Mateo Bernia. El sistema decorativo muestra fuertes dependencias del entorno de Juan Bautista Pérez Castiel.
Perdidos los altares laterales y el principal en la pasada guerra civil, el convento alberga en la actualidad la que es la mejor colección de arte en manos de una comunidad religiosa en la provincia de Castellón, con pinturas de Vicente Castelló y José Camarón, una Purísima de alabastro de Trapani, un impresionante relicario con una carta de santa Teresa y esculturas de los siglos XVII y XVIII, entre las que destacan las siete de Ignacio Vergara.
La capilla y camarín de la Virgen del Níño Perdido forman parte de la que fuera iglesia del convento de Jesús Nazareno de frailes agustinos. El convento fue construido a partir de 1627, si bien la primera piedra de la iglesia se colocó en 1665. Debió estar terminada unos quince años después, pues la comunidad emprendió la realización de la capilla de la Virgen del Niño Perdido, terminada en 1684 y atribuible a Juan Montañana, quien en 1680 se comprometía a realizar la iglesia, convento, claustro y escalera principal. A él se deberá igualmente la decoración de la iglesia, basada en esgrafiados y estucos de carácter básicamente arquitectónico, igual que la de la capilla, si bien a ésta se le añaden 13 pinturas sobre lienzo de Gaspar de la Huerta y taller. De hecho las obras de restauración emprendidas por la Diputación Provincial de Castellón han permitido descubrir una pequeña parte subsistente de los esgrafiados originales, en donde se hallan un par de angelitos trepando por una rama de vid con racimos de uva.
El retablo de esta capilla es una de las realizaciones más peculiares y bellas del barroco castellonense, combinando el trabajo en madera y estucos y tomando como base estructural cuatro grandes columnas salomónicas, decoradas con racimos, pámpanos, angelitos y aves que picotean. Se puede atribuir a los Ochando, familia vila-realense, como lo es también Josep Sebastià, discípulo de Capús en València y autor sin demasiadas dudas del espectacular y escenografico arco que da entrada a la capilla, así como del delicioso enmarcamiento del nicho que existe en el corredor entre la capilla y el camarín..
En 1701 se puso la primera piedra del camarín, cuyas obras terminarían alrededor de 1713, fecha en la cual.la comunidad se ve inmersa en la realización de otra obra de envergadura: el retablo principal de la iglesia. Su decoración abigarrada y exhuberante repite el sistema de los estucos, però en base a guirnaldas florales, conchas, hojarasca y grandes cabezas de angelotes. En cambio los esgrafiados han sido substituidos por pinturas al temple que llenan por completo las paredes y la cúpula, figurando jarrones con interminables tallos y flores, roleos entrelazados, etc. Su retablo, ochavado y con el cuerpo central avanzado, recuerda asimismo realizaciones próximas a los Ochando.
No podemos olvidar que este convento tenía propiedades en el término de Vila-real, dando lugar a las Alquerías del Niño Perdido, actual municipio independiente. De ahí la presencia de artistas vila-realenses. La misma estructura de capilla y camarín son impensables sin tener en cuenta los destruidos capilla y camarín de san Pascual Baylón, que existieron hasta 1936 en el convento de franciscanos alcantarinos de este ciudad de la Plana Baixa. El reciente descubrimiento de una parte de los esgrafiados originales en los trabajos de restauración con aquella decoración que hemos señalado, junto con la decoración de las cuatro columnas salomónicas del retablo, en ambos casos haciendo referencia evidente a la eucaristía, nos permiten deducir que esta capilla también realizó las funciones de capilla de la comunión, como lo hizo el recinto dedicado a san Pascual.
INTERVENCIÓN ARQUITECTÓNICA EN EL SANTUARIO DE LA VIRGEN MARÍA DEL NIÑO PERDIDO DE CAUDIEL